La hija de mi madre ya ha sufrio lo que se le tenía designao

y una se quiere un poco, para no autoinmolarse...

miércoles, 28 de abril de 2010

Nombres distintos para la misma soledad.

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El lunes, en Príncipe Pío, en lo que era la estación del norte, un señor mayor, pero no tanto, no podía bajar del taxi, apoyándose en su bastón logró a duras penas cruzar los dos semáforos y ya en la cera de enfrente, casi se cae, sino fuese porque una mujer lo agarró por el brazo cuando intentaba sentarse en la silla de una terraza. Probablemente se sentó, no porque le apeteciese un café con leche fría, sino para descansar por haber bajado de un taxi y haber cruzado la calle.
El martes, un perrito muy pequeño llevaba una de sus pequeñas patitas con una escayola muy grande. Rengeaba. Quería acudir a saludar a los que iban llegando al cumple, pero no podía. Su madre y su padre, Tapón y tapa, si podían saludar a los que íbamos llegando, pero él, corcho, se quedaba a dos pasos menos de su pretendida meta.
Hoy, miércoles, me he ido a ver LOS TOROS DE GUISANDO, yo sola con el coche, porque la tarde era preciosa y porque no había estado nunca y Patricia me había explicado lo que allí fue firmado. Llegué y sólo había un coche y una mujer, de 30 a 40 paseando por el lugar delimitado por piedras y praderas donde los toros se encuentran, bien porque allí estuvieron siempre, bien después de su congregación y rescate. La mujer me dice que si le puedo hacer una foto. Solemos pensar que la gente sola, no está sola. Su marido estará en el baño, su amiga habrá ido a por una botella de agua. Pero no estaba sola como yo. Claro que cuando tú vas solo no te parece relevante en caso alguno.
Le pregunto que si le gusta la historia. Me dice que claro, que si no qué haríamos viendo los toros. Después de esto, sin que yo se lo pregunte. Sí, ya sé que suelo propiciar diálogos y preguntar para saber y para que la gente sea feliz, pero en este caso fue self service. Me cuenta que es de Orense, y que está recorriendo, ella sola en coche desde Galicia, todos los lugares importantes en la vida de Isabel la Católica. Me explica donde nació Isabel, la guerra civil por el hermano pequeño de Enrique IV, donde enterraron a no sé quién en Avila, etcétera.
Cuando se le acaba Isabel, vuelve a los toros indignada de que a la gente no le parezcan preciosos, considerando que tienen más de 20 siglos. Yo no sé mucho de historia, así que hablo de la energía y de sitios especiales. Hablo de Notre Dame. Me dice que si me hace una foto. Le digo que no, que vivo al lado. La beso y le deseo suerte. Me olvido de preguntarle el nombre. Y mientras me siento en las piedras mirando las montañas y el atardecer, la saludo con la mano, sonriendo completamente, casi enérgica porque sé que lo llamemos Isabel la Católica, o leer, llegar temprano al trabajo, todos ponemos nombres a tanta soledad y tanto miedo. Todos nos caéremos, todos llevamos muletas más grandes que las heridas lícitas y todos, todos nos inventamos, nos agarramos a proyectos para que parezca que las cosas funcionan. La broma cósmica, es que tenemos todo. Es que podemos contar con nosotros mismos. Que si no podemos ir a saludar, vienen; que si nos caemos, nos ayudan agarrándonos del brazo; y que, increiblemente, ella se tenía a ella en su viaje, y yo a mi, en el mío.


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